Por Comunicaciones

Hablar de sostenibilidad es hablar a largo plazo y de la supervivencia de las generaciones futuras. Y en ese marco, hay factores a los que es necesario prestar una atención especial: al clima, el suelo y la biodiversidad.

En los últimos años hemos comprobado que ciertas prácticas agronómicas tradicionales de uso del suelo (como el laboreo constante), el monocultivo y otros manejos agronómicos han conducido a la degradación de los recursos naturales, especialmente la erosión de las capas de suelo superficiales y las más importantes, en algunos casos el agua y los bosques, por citar algunos.

Existen además, dos factores que están condicionando seriamente el futuro de la producción agropecuaria en el ámbito global: el aumento de la temperatura media causada por la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y el incremento de la población. Estos factores, están poniendo en peligro la disponibilidad de los alimentos, la seguridad alimentaria, y por tanto, en el bienestar de las personas.

Si nos enfocamos en los suelos, la vida en la Tierra depende de la salud de ellos. Los suelos son la base de nuestros sistemas alimentarios: proveen de agua y hábitats para la biodiversidad, contribuyen a la resiliencia del clima y un dato no menor, apoyan nuestra herencia cultural, y son la base de la economía y de la prosperidad. El suelo es un recurso no renovable, y por tanto requiere de atención especial, que incluye desde generar mayor conocimiento, tecnologías e innovaciones, y además de políticas publicas que lo protejan.

Un suelo sano es aquel que tiene un apropiado contenido de materia orgánica, y que permite el desarrollo armónico del ecosistema que representa. Está poblado de microorganismos, insectos y plantas, y para mantenerlo de esa forma es necesario adoptar prácticas como la agricultura de conservación, las cubiertas vegetales, rotaciones adecuadas, la convivencia del ganado con los cultivos y el incremento del abono orgánico. Es necesario que los agricultores se cuestionen y conozcan las ventajas de estas prácticas para la mayor eficiencia de su finca, de su economía y la sociedad.

En las últimas décadas y hoy, los eventos climáticos son cada vez más extremos y frecuentes: las sequías, las olas de calor, las inundaciones y otros eventos que tienen consecuencias económicas y sociales importantes. Estos cambios en las condiciones climáticas también han despertado a muchas nuevas plagas y enfermedades, alterando sus ciclos, y según el caso aumentando su impacto en la producción primaria. Hay microorganismos como parásitos y patógenos o los vectores de estos parásitos, que están cambiando el área de distribución y apareciendo en latitudes donde no existían antes. Con ello, los cultivos y el ganado se están enfrentando a enfermedades y plagas nuevas para las que, muchas veces, no existe una solución o remedio a corto plazo.

La pérdida de biodiversidad en la naturaleza es alarmante, pero también en nuestros cultivos. La estrecha base genética de las variedades cultivadas es un riesgo para afrontar los problemas derivados del calentamiento global en nuestras explotaciones agrarias. Es necesario recuperar las variedades olvidadas que pueden ser una fuente de genes y caracteres que pueden ofrecer soluciones necesarias para sobreponerse a sequía, altas temperaturas, plagas y enfermedades cuando se incorporan en los programas de mejora de variedades. Pero también, hay que poner en valor esas variedades y cultivos tradicionales que fueron tan importantes en el pasado y que forman parte de la cultura de nuestros pueblos, son más resilientes y, sin duda, enriquecen nutricionalmente la dieta de la población.

Necesitamos la investigación y la innovación para encontrar soluciones pragmáticas que permitan avanzar hacia una economía más sostenible, encontrar la manera de recuperar agua de fuentes no habituales, utilizar energías renovables, movilidad sostenible, ser capaces de responder a las emergencias sanitarias y climáticas. En ese sentido, destaco el rol de FONTAGRO que reúne a 15 institutos de investigación agropecuaria junto con España, y a la vez potencia el trabajo colaborativo en miles de redes de científicos alrededor del mundo, intentando desarrollar nuevo conocimiento, tecnologías e innovaciones que nos permita encontrar soluciones para los desafíos de la agricultura y alimentación actual y futura.

 

29/01/2023

Esther Esteban Rodrigo

Directora del INIA España

 

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Sobre FONTAGRO

FONTAGRO se creó en 1998 con el propósito de promover el incremento de la competitividad del sector agroalimentario, asegurando el manejo sostenible de los recursos naturales y la reducción de la pobreza en la región. El objetivo de FONTAGRO es establecerse como un mecanismo de financiamiento sostenible para el desarrollo de tecnología e innovaciones agropecuaria en América Latina y el Caribe y España, e instituir un foro para la discusión de temas prioritarios de innovación tecnológica. Los países miembros son: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En los últimos 25 años se han cofinanciado 195 plataformas regionales de innovación agropecuaria por un monto de US$139.7 millones, que ha alcanzado a 1809 instituciones y 35 países a nivel mundial.