Por Comunicaciones

En septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) adoptó La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En ella se trazó un plan de acción incluyendo 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que rigen los programas de desarrollo mundiales tendientes a poner fin a la pobreza y el hambre, a combatir las desigualdades de género, proteger los derechos humanos, los recursos naturales y establecer sociedades más justas e inclusivas.

El abordaje de los desafíos ambientales, sociales y económicos que aquejan al mundo actualmente, tales como el hambre y la inseguridad alimentaria, no pueden combatirse verdaderamente, sin tomar acciones que favorezcan la igualdad de género. Las mujeres en la ciencia, así como en el campo, juegan un rol vital en la lucha contra la malnutrición y la generación de sistemas alimentarios más productivos y sostenibles.

 

La apuesta de FONTAGRO para alcanzar las metas de desarrollo sostenible, es a través de la investigación científica y la innovación. Pero en este punto es importante advertir que, así como en la ruralidad, también en los ámbitos científicos hay brechas de género.

 

Brechas de género en la ciencia y el campo

Las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, disciplinas STEM, por sus siglas en inglés, han traído progreso en áreas tales como la salud, la agricultura, infraestructura y energías renovables. Por este motivo, son las bases en las que se sustenta la Agenda 2030. Sin embargo, dentro de la población de mujeres en la educación superior a nivel mundial, sólo alrededor del 30% elige disciplinas STEM (UNESCO, 2019).

Con respecto a la tasa de investigadoras mujeres en ciencias, América Latina y el Caribe (ALC) es una región bien posicionada, con un 45% de investigadoras mujeres versus un 29,3% a nivel mundial, contabilizadas hacia mediados de 2019. A pesar de esta cercanía a la paridad, las mujeres investigadoras en ALC aún se encuentran subrepresentadas en los niveles más altos de las carreras profesionales y continúan siendo una minoría en muchos campos de las STEM, como la agricultura y las ciencias veterinarias, en casi todos los países de la región (ONU MUJERES, 2020).

Con el propósito de registrar la intervención y los roles ocupados en los proyectos que FONTAGRO cofinancia, se realizaron estadísticas desagregadas por sexo, que servirán para realizar análisis de género y pautar el horizonte de acción que debe guiar a las iniciativas.

El proyecto Gestión del Conocimiento (2da fase) financiado por el Fondo Coreano de Alianza para el Conocimiento en Tecnología e Innovación (KPK) y ejecutado por FONTAGRO, es una propuesta de interés para relevar la dimensión de género, ya que reúne el trabajo de otros proyectos FONTAGRO, iniciativas de la región y la participación de actores de diversas instituciones.

Este proyecto tuvo como objetivo el diseño de una estrategia de comunicación y difusión de resultados. Para ello se constituyó una “Red regional de comunicación agropecuaria” mediante la cual investigadores, técnicos y profesionales compartieron experiencias y buenas prácticas comunicacionales.

El puntapié inicial de la Red estuvo dado por dos reuniones presenciales (Centroamérica y Cono Sur) en las que participaron 75% y 64% de mujeres respectivamente. Como producto de estas reuniones se realizaron dos artículos de divulgación. Uno de ellos: “Nueve iniciativas de la región para la producción de alimentos saludables basados en productos locales”, fue creado para la difusión de proyectos que trabajaron en propiciar dietas nutritivas y sistemas agroalimentarios sostenibles. De las iniciativas presentadas un tercio fue liderada o co-liderada por mujeres.

Estos proyectos liderados por investigadoras mujeres versaron en la obtención de colorantes naturales para su uso en alimentación, a partir de tubérculos locales; la explotación de una nueva variedad de avena rica en beta-glucanos, fibras que reducen el colesterol sanguíneo; y el desarrollo de variedades de camote biofortificadas (IDIAP C9017 e IDIAP C03-17) que poseen betacaroteno, provitamina A y vitamina C.

Este tipo de propuestas repercuten positivamente sobre todo en mujeres, el grupo más afectado por la inseguridad alimentaria grave en las zonas rurales. En América Latina, un 8,4% de mujeres enfrenta inseguridad alimentaria grave, proporción que en el caso de los hombres alcanza solo el 6,9% (FAO, 2019).

El segundo artículo desarrollado por la “Red regional de comunicación agropecuaria” denominado “Ocho iniciativas regionales sobre adaptación y mitigación del cambio climático en la agricultura”, reunió proyectos co-financiados por FONTAGRO que crearon estrategias para la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático en los cultivos. Estas iniciativas fueron lideradas en un 38% por mujeres.

Habitualmente la intervención de mujeres, cuando se encuentran en puestos claves en la toma de decisiones, permite evitar sesgos de género en los diseños, tanto de políticas públicas, como en la elaboración de proyectos. Por otro lado, tal como sucede con la inseguridad alimentaria, también en este caso, las iniciativas fortalecen en mayor medida a las mujeres rurales que a los hombres, ya que la amenaza que implica el cambio climático en los cultivos, tiene peores efectos sobre la vida de las mujeres debido a que se encuentran  en peores condiciones para enfrentar los problemas derivados de las pérdidas agrícolas y la falta o degradación de los recursos productivos como la tierra y el agua (FAO, 2017).

Como se observa, existe un nexo fuerte entre igualdad de género, ciencia y desarrollo. Las proyecciones indican que a menor desigualdad de género, habrá mayores beneficios económicos e impactos positivos en la producción rural. Para la FAO, si las mujeres tuviesen el mismo acceso a recursos productivos que los hombres, la producción de sus fincas aumentaría del 20% al 30%. Esto a su vez, incrementaría la producción agrícola de los países en desarrollo en un 2.5% a un 4% y disminuiría el número de personas con hambre en un 12% (FAO, 2011). En este misma línea, un estudio de McKinsey Global Institute determinó que “en un escenario de potencialidad plena, en el que las mujeres desempeñen un papel idéntico que los hombres en el mercado de trabajo, para 2025 podrían agregarse hasta USD 28 billones, o el 26%, al PIB mundial” (McKinsey Global Institute, 2015).

Por lo tanto, la subrepresentación de las mujeres en los campos STEM, así como el desigual acceso a recursos, conocimientos del mercado y representatividad de las mujeres en el sector agrícola, implican un incumplimiento de los principios de igualdad y justicia, pero también suponen un un problema de eficiencia.

Para lograr un modelo de desarrollo que garantice la seguridad alimentaria, optimice la productividad y el manejo cuidadoso de los recursos naturales, uno de los grandes desafíos que enfrenta la región y el mundo, es trabajar en el empoderamiento socioeconómico de las mujeres. FONTAGRO lo hace desde la investigación y la innovación científica, apostando a cerrar las brechas tanto en los laboratorios, como en los cultivos.

 

***

Sobre FONTAGRO

FONTAGRO se creó en 1998 con el propósito de promover el incremento de la competitividad del sector agroalimentario, asegurando el manejo sostenible de los recursos naturales y la reducción de la pobreza en la región. El objetivo de FONTAGRO es establecerse como un mecanismo de financiamiento sostenible para el desarrollo de tecnología e innovaciones agropecuaria en América Latina y el Caribe y España, e instituir un foro para la discusión de temas prioritarios de innovación tecnológica. Los países miembros son: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En los últimos 25 años se han cofinanciado 195 plataformas regionales de innovación agropecuaria por un monto de US$139.7 millones, que ha alcanzado a 1809 instituciones y 35 países a nivel mundial.